jueves, 29 de enero de 2009

O quizas simplemente te escriba en el blog.

“Tan amigos como siempre” y “tanta diversión es pura mentira”; son frases de mi abuela. De las dos me acordé el domingo, la segunda viendo a Pinocho y a Lampwick, el pelirrojo mal vibroso, convertirse en burros por fumar puros y comer paletas.
La primera, justo cuando a Geppetto se lo traga la ballena, con un desbloqueo de la borrachiza del sábado, de los que llegan sin avisar y mientras te estas acordando mueves para bajo la boca moviendo las venas del cuello: Billy, que es fresa por nacimiento pero bohemio de corazón, cantando con una botella de Pacharan en la mano “o quizás simplemente” de Leonardo Fabio. Él repetía la parte de “y llovía y llovía” yo pensaba, con la sabiduría de la onceava cuba, en la suerte de tu mirada y la mía. En como nos buscamos de reojo, en como, creo, que me buscabas de reojo. En mis planes de volverte a ver con tus pantalones azules. En mis planes de quitarte los pantalones azules, que me hacen estar en todas partes menos en misa. No estoy seguro de tus ojos, ni de tu boca con o sin labios, ni de cómo empiezan o terminan tus manos, pero de esos pantalones no tengo duda.

Pero qué cabe hacer?
Ver el mar, desde la oficina de ventas donde tengo una silla, sin pensar en nada? Pasarle lista a mis demonios y traumas? Prefiero inventarte unos ojos, una boca con o sin labios, un principio con final a tus manos. Todo se queda en pensar, en un mundo con puentes de pantalones azules. Prefiero el plan hipotético del helado en Santa Clara (que pocos conocemos).
Prefiero un juego de tenis, un partido de fútbol siete, en las canchas de Wal-Mart, y dos horas en el gimnasio, lugares donde el tono de tus pantalones azules no se aparece.
Para hasta el último poder decir, “Tan amigos como siempre o como desde hace quince años ”
Que ahora es una frase que me hace combinar lo que digo con lo que hago. Son palabras que me hacen pensar en Gabo, en el Pacharan y en el amigo, pelirrojo mal vibroso, de Pinocho.

viernes, 23 de enero de 2009

El punto repetitivo.

El punto es sencillo tanto que si fuera llave de lucha libre, no llegaría ser el candado invertido.
El punto esta lleno de algo que parece nada. El punto es una palabra.
Es una estupidez desde el principio, pero también desde el principio fue valido.
El punto es hablar de camisetas azules en un cajón, el punto es pensar en relaciones de quinceañeros.
El punto es mi papa hace años con una lancha a control remoto en un parque de Polanco.
El punto esta en sacarse a alguien porque entra y se va desdoblando.
El punto es la caminadora descompuesta, a la que le suena y le rebota la banda.
El punto es un bloqueo mental, una enfermedad de viejos.
El punto esta en las manos.
El punto tiene siempre nombre de mujer.
El punto esta en volver a vernos.
El punto esta en escoger lo que vas a extrañar, el punto es una suma de olvidos.
El punto es que a mis recuerdos también les suena y les rebota la banda.
El punto esta los sábados en la noche que se convierten en domingos en la madrugada con Naomi, cubas y líneas de coca.
El punto es el mar, en las mañanas en el gimnasio, los pezones vestidos de azul de la cuarentona en el AB aductor.
El punto es un viernes de blog.
El punto esta en despertar contigo, en desayunar contigo, en comer contigo, en cenar contigo y dormir contigo.
Tu punto medio entre la nariz y las cejas, donde no te olvido.
El punto esta en los hielos derretidos de una cuba. En las primeras en las que raspan.
El punto es saber por que quitaron a Pepillo de Galavisión
El punto es no salirte de lo básico. El punto, también, es un signo ortográfico.
El punto es un drama.
El punto es dejar de buscar y tratar de dormir un poco más. El punto era rasurarme y ponerme un par de zapatos.
El punto sin la “n” es un muerde almohadas, un pincha sapos.

jueves, 15 de enero de 2009

El Cuenta Vidas

El cuenta vidas.

Conocí al Cuenta Vidas saliendo de la Providencia, una cantina cerca de las bodegas donde Alicia y yo nos juntábamos a leer poesía. Cuando ella tenía que regresar a etiquetar camisetas blancas unitalla, yo entraba al bar a tomar cubas y ver ESPN o Friends si la encargada del lugar estaba en la caja.
Las primeras cubas son las mejores, las que raspan. A las que le das unos tragotes porque te enchilaste con un plato de habas que después nunca te vuelven a rellenar.

Las que siguen son un protocolo diplomático, son la razón de las primeras, nadie toma por su sabor, y tomarte una es mandar a la madre tu relación con la caminadora del gimnasio por nada. Después llegas a tu cometido y ya borracho me da por salirme de la Providencia a ver la luz de las puertas donde Alicia etiqueta sus camisetas blancas unitalla.

De regreso a la cantina choqué con el Cuenta vidas. Después de disculparme y darme cuenta que utilizaba un traje azul sin calcetines, de las uñas de los meñiques largas y verdes le invite una comida.

Sus ojos se movían por todas partes, como si no conociera el lugar, como si fuera Funes el Memorioso de Borges y el, como Alicia, etiquetara todo. . Nos sentamos, subí de la silla a la mesa unos libros de Juan de Dios Pesa y habló el Cuenta Vidas:

-Yo iba en camino a ser un buen escritor, mejor me hice cuenta vidas.
La vida es más fácil y no te absorben las palabras. Los predicados se vuelven apellidos, y las metáforas apodos. No necesitas papel ni pluma, ser cuenta vidas es mas barato.-

Para mi ese era un trabajo extinto como las zurcidoras de medias, los faroleros con las once y todo sereno, o los verdugos panzones con botines puntiagudos, mallas y mascara negra.

Cuando dijo cuenta vidas, me imaginé el aparato negro que utilizan los cadeneros de los antros para contar a los que van entrando, ellos si eran cuenta vidas.

Después de dos osos negros con quina se paró de la mesa, no me contó nada ni media vida, ni un parto, ni una muerte el Cuenta Vidas se había retirado.

jueves, 8 de enero de 2009

XXX

Uno hace al intento, sólo hay una peor lucha que la que no se hace y es conmigo. Llevaba dos semanas de ir al gimnasio, de no comer ni un pedazo de pizza, o de rosca de reyes después de la seis, necesitaba un vicio nuevo y sano. Llevaba dos semanas de ir al gimnasio de vivir en Cancún y de dormirme antes de las diez. En la playa me acordé de mi carácter deje de ser callado y cínico, regresé a ser intenso, a no saber callarme y cínico.

Uno necesita despejarse de la ciudad, de las fiestas, de los fracasos. El gimnasio es un lugar en el universo que nunca había pisado, tengo que acostumbrarme, como lo hice con los tugurios y los after hours.

En la primera caminadora junto a las ventanas, puedes ver y oír todo, las paredes grises como escuelas de primaria, los focos blancos, la música a todo volumen con canciones dance que llevaba años de no escuchar. Scatman World y mR. Vain, el sonido de las pesas caer en un piso azul medio acolchonado.

En la primera caminadora junto a las ventanas, yo siempre corro, si esta ocupada me hago wey en el baño, o hago como que mido el peso de las mancuernas.

Como al cuarto kilómetro y las primeras canciones de reggaeton, el AB aductor lo utiliza una cuarentona que siempre lleva los mismos shorts negros y siempre pero siempre se le reflejan los pezones en los espejos de la pared del fondo. Es perfecto para un set pornográfico, No se que sea, si la velocidad de la banda de hule, las calorías que se van quemando o los klaxons a todo volumen en el i-pod, me hacen pensar cosas que ni en el más fuerte de todos mis viajes, ni con las putas más caras me he imaginado.

Uno hace el intento pero a las seis de la madrugada, después de una noche de poker donde es peor ganar cincuenta pesos que perderlos, recién despertado con peinado de pintor fracasado y ojeras de perro que esta apunto de ser taco al pastor; es mejor subirle la velocidad a la caminadora que esta junto a las ventanas desde ahí puedes ver y oír todo, hasta el principio de una peli porno.

viernes, 2 de enero de 2009

Aguilas o Soles

Entre un vestido morado y zapatos plateados de tacón me di cuenta que estaba solo. Entre un brassier negro y rimel en mi camisa, enero me gusto pa’ que te quedaras.
Aunque esto no es de gustos, ni de propósitos, ni de meses, ni doce uvas.

El Chicle Bomba sigue estando en la calle de Filomeno Mata, pero las cajas de cervezas ya no están apiladas en los muros, las tuberías del baño funcionan perfectas, y los “Cual Crisis” ya no estrenan ahí sus vídeos. Ahora tienen un menú lleno de hamburguesas, vasos de vidrio que acomodan en una barra de acero, y unas ventanas que miden el triple que lo que algún día midió la puerta para entrar.

El Chicle Bomba evolucionó.
Ahora el chiste es tomar cubas en los vasos de vidrio que acomodan en una barra de acero, en lugar de chelas en vasos pequeños de plástico; mientras escuchas a grupos indie que están en los primeros lugares de las estaciones de radio pop.

La fiesta de año nuevo en casa de mi tía Fernanda había terminado después de la una. No éramos muchos y la mayoría eran amigas viudas, o en el proceso, de la hermana mas grande de mi abuelo Juan.
La tía Lunetas, que sólo come m&m’s rojas vive en Marconi, y después del noveno plato de puré de camote, me estaban cateando en la entrada del Chicle.

Ahora el chiste es tomar cubas en los vasos de vidrio que acomodan en una barra de acero, y pagar un cover de año nuevo. Todos los meseros son nuevos, y las chicas del bar respondieron al anuncio en el que el periódico solicitaba cantineras de amplio criterio.

Me senté en una mesa, pegada a las ventanas para poder jugar volados con los vagabundos de Filomeno Mata. Arriba de cada una de las bocinas un letrero recordando que cualquier persona que consuma o venda cualquier tipo de droga seria consignada a las autoridades.
Sobre advertencia no hay engaño, y con tantas advertencias y la cantidad impresionante de guaruras que estaban afuera preferí seguir perdiendo cubas en los volados.

“Empezar el año midiendo tu suerte con águilas y soles, es peor que hacerle caso al horóscopo diario de Amira” dijiste con el vestido morado y los zapatos plateados de tacón, cerrando la ventana mientras el vagabundo Celso te pintaba un dedo.

“Tengo un frió tremendo y tu estas pidiendo cubas a lo pendejo” Me regañaste subiéndote la tira del brasier negro y quitándome la mancha de rimel que la tía Lunetas dejó en mi camisa por tantos abrazos en las campanadas.

Enero me gusto pa’ que te quedaras, pero como esto no es de gustos, ni de propósitos, ni de meses, ni doce uvas. Tu dijiste Feliz año nuevo, y regresaste a la pista del Chicle Bomba a bailar canciones indie que están en los primeros lugares de las estaciones de radio pop.