lunes, 20 de abril de 2009

Sobre el arte de no llorar.

No quiero escribir mil veces las mismas cosas, ni que todas las palabras empiecen con la misma la letra de siempre, o bueno de los últimos meses. Por eso mas de un mes sin escribir.

Aprendí a no llorar el día que di por muerta a mi madre, no es que sea algo que se tenga que saber, ni si quiera es algo bueno, pero como el borracho comenzó a tomar, o el perro mea y mea en el único espacio que no esta tapizado de periódico en el piso, yo aprendí a no llorar.

En cambio me semi- enamoro, de mujeres que no conozco, con las que comparto un asiento en el bus. Mujeres que están sentadas en la mesa de a lado del restaurante comiendo el mismo plato de fruta que yo. Nunca les hablo. Les veo desde el color de las uñas de los pies, hasta la sombra de los párpados.
Hasta que llega la hora de comer o de sentarme junto a una desconocida en el cine a la que le pongo mas atención que a la película.

Mis relaciones son unilaterales, completamente funcionales, matemáticas al mil por ciento. Sin una sola lagrima, pero sin una sola palabra. Ya no dicen nada. Sin conversación alguna como estar cenando con una familia de coreanos que apenas aprendieron español en una península paraguaya y el único ruido esta hecho por Fabiola, la del turno nocturno, antes de las ocho de la mañana que es a la hora que normalmente desayuno.


P,d aprender a no llorar no es para siempre, porque borracho hasta al mejor matemático, se cae en la tabla del uno.